La abuelita tiene un cabreo monumental. Por si el mundo no la cabreara lo suficiente, resulta que la última visita de Caperucita acabó como el rosario de la aurora.
Su hija, la madre de Caperucita, la ha venido hoy a ver.
– Mamá, ¿has llamado niñata a la niña?
– Y bien corta que me he quedado. Pues no me ha soltado la mocosa que quién soy yo para decir lo que es o no el feminismo. Ella, que no tiene ni idea de lo que vale un peine. Y por cierto, tú estás que no te enteras. No sé qué haces que no le explicas que el feminismo tenía una teoría coherente y emancipadora, elaborada a lo largo de siglos y que han venido cuatro “modernes” a usurpar términos que teníamos perfectamente acuñados. Y va y en lugar de explicarle esto te dedicas a preguntitas y filosofadas: que si verdaderos significados, que si quién legitima, que si quién valida, que si quiénes somos, que si de dónde venimos, que si adónde vamos… a la mierda es adonde nos vamos si estos no empiezan a tener claro lo que significan las cosas.
– ¿Y para qué le iba a decir que había unos significados obvios y verdaderos, y que han sido usurpados?
– ¿Cómo que para qué? ¡Tres siglos de feminismo elaborando teoría! Si alguien llega con una idea completamente diferente de lo que es el género lo mínimo que puede hacer, es ponerle otro nombre a lo suyo que no sea feminismo y hacerse cargo de a quién y cómo afecta lo que hacen.
– No, si no te pregunto por qué. Me constan los argumentos que hay para que el feminismo ahora llamado clásico considere que se ha producido una usurpación. Lo que pregunto es que para qué le iba a hablar a Caperucita en esos términos si a ella la palabra usurpación es imposible que le diga absolutamente nada.
Para que algo sea usurpado, tiene que darse por hecho que el significado anterior era el bueno. Y tiene que haber un acuerdo sobre los criterios de validación que lo dan por bueno. En el caso de Caperucita no se dan ninguna de las dos cosas. Las personas que ella considera feministas cercanas a su edad, y a su entorno, no manejan los términos con las mismas definiciones que tú. Y tú validas esas definiciones desde el sobreentendido de que siempre perseguimos coherencia y racionalidad: unos pilares que vertebraron el feminismo ilustrado. En su mundo las ideas y definiciones ya no se validan así. Para ella las palabras significan lo que quiénes sufren injusticia o acoso necesitan que signifiquen, y cualquiera puede resignificar cualquier cosa porque sólo la vivencia subjetiva valida lenguaje. Y para ella el activismo es cuestión de pura empatía inmediata, no de teoría ni razón. No las valora porque no lee, pero no lee porque no siente que lo necesite. Ese es el marco cultural en el que inconscientemente crece: la creencia de que nada puede pretender universalidad o significado verdadero porque eso es lo antiguo y lo usurpador. Que eso sea verdad o sea bueno o no es otro tema. Pero si ella piensa desde esos sobreentendidos yo no puedo utilizar los términos del feminismo clásico como puntos de salida. Sólo puedo invitarla a pensar sobre quién nombra cada cosa, en qué momento y para qué y ya veremos a qué lenguaje la lleva el hilo de Ariadna…
– ¿Me estás diciendo que estamos de vuelta a tener que reivindicar la razón? En 2024. Me cago en todo lo que se menea…
– Mamá, para ser una burguesa blanca neomonja, como te llaman las feministas interseccionales como mi hermana, eres de un mal hablado que tira.
– Tu me dirás… Neoilustrar a estas alturas. Menuda trabajina.
– Ya te digo.
A su vuelta, la madre de Caperucita se encuentra a su hija.
– Ya te vale preguntarle a la abuelita que quién es ella para decir lo que es feminismo y lo que no, teniendo TikTok como fuente principal de información. Caperucita ¿a que no le has preguntado nunca a nadie “y quién eres tú para decir que eso es una ecuación de segundo grado”?
– No, claro.
– ¿Cómo que claro? ¿Y por qué no con las mates y sí con el feminismo? ¿Estás diciendo que el feminismo es una opinión y que no es un saber?
– No, sí… claro que es un saber: hay muchísimas pensadoras y conceptos.
– Entonces, ¿si las matemáticas son un saber y el feminismo también es un saber pero de una cosa hacemos esa pregunta y de la otra no, será que se validan por distintos métodos de validación, no?
Y así fue como Caperucita, descubrió que le vendría bien, que nos vendría a todas y todos bien, comprender la diferencia que sistematiza el sociólogo y teórico del conocimiento Karl Maton entre validar por código de conocedor o por código de conocimiento.
To be continued
Maton, Karl (2014), Knowledge and Knowers, Routledge, London.