Si la niegas o, como Caperucita, tratas con gente que no lo comprende y podría comprender, aquí van unos recordatorios sobre confusiones -interesadas o no- habituales.
El feminismo lleva décadas teorizando y definiendo las características específicas que toma la violencia contra las mujeres. La violencia machista, o de género, manifiesta esa jerarquía social que no permite a los hombres ver a la mujer como un ser humano pleno, sino como un ser subordinado o una propiedad a dominar y que se puede potencialmente destruir: esa jerarquía que existía en España en las leyes hasta 1975, y que no puede haber desaparecido en tan poco tiempo de nuestras relaciones. Por eso es una violencia que por definición practican siempre y sólo hombres sobre mujeres, sean su pareja o no; que obviamente no es lo mismo que decir que la practican todos los hombres.
A eso se ha referido el feminismo cuando dice que se nos mata por ser mujeres y no, evidentemente, a que alguien coja y diga: “hombre, mira, una mujer, voy a matarla”. Aunque vistas las respuestas de muchos tuits a los seis terribles asesinatos de este fin de semana parece que no va a ser tan evidente.
La violencia machista la niega gente que no quiere comprender, pero también gente que no se ha enterado del tremendo esfuerzo teórico y descriptivo que ha hecho el feminismo para denunciar el objetivo y la forma específica de esa violencia. Gente que lo confunde con esencializar a los hombres como colectivamente violentos o malos. No es eso lo que ha dicho el feminismo. Precisamente se la llamó violencia de género (causada por la socialización jerárquica de hombres y mujeres) y no, por ejemplo, violencia masculina, para marcar esa diferencia, como recientemente recordaba en un curso Ana de Miguel.
Y si hay feministas que piensan que el hombre es de por sí violento es a título individual: no es así como está teorizado ni el concepto ni la ley. Y aquí un “pequeño detalle” para quien use o tolere el término “feminazi”. Se usa en ella, como sufijo, “-nazi”, que alude a los peores crímenes de la historia, pero no hay ninguna palabra “machonazi” ni término monstruoso alguno para designar al machista que mata a una mujer y/o, a veces, a sus hijos. Vivimos en una sociedad que considera más criminal pasarse como feminista que cometer los crímenes. Vaya. Parece que la violencia machista, en el lenguaje, existe claramente.
La niega también, quien, desde la xenofobia, acusa al feminismo de generalizar sólo para lo que le interesa: “no queréis generalizar por nacionalidades y en cambio sí generalizáis a los hombres”, dicen. Falso. El concepto de violencia machista no generaliza la violencia a todos los hombres: sólo a los que la ejercen, y los que promueven o amparan el sexismo. Teoriza la forma que toma una violencia que es a la vez causa y consecuencia de una estructura ilegítima de poder que se quiere mantener: porque se la percibe como propia e inferior a la mujer, se la puede matar, y al matarla se la mantiene simbólicamente como propia e inferior. Un feminicidio del que la sociedad participa con su indiferencia, como estableció Marcela Lagarde. Un sexismo estructural que se produce igual en distintas nacionalidades y si se produce en algunas más que otras es precisamente porque la cultura es más patriarcal. Tanto a quienes interesadamente achacan el crimen a los extranjeros, como quienes exigen respeto incondicional a todas las culturas por sexistas que sean, se ruega leer antes de opinar: que las violencias de dominación están estudiadas desde hace mucho. La desfachatez machista de María Martín Barranco, para empezar: recorre las formas del sexismo y es la mar de entretenida para el verano.
Se niega la violencia de género por supremacismo masculino convencido, o por cinismo pero también porque se confunde a veces la denuncia de la violencia machista con la misandria o el odio a los hombres. Pero, si cuando condenan violencia racista yo no me siento insultada, ni directamente aludida por ser blanca, ¿por qué tendría cada hombre que sentirse atacado cuando se denuncia la violencia machista? Pues la teoría feminista sabe desde hace mucho (desde Beauvoir con la “heterodesignación”, Amorós con los “iguales” y las “idénticas”) que las generalizaciones no funcionan igual según que el grupo esté arriba o abajo en la jerarquía de poder. Nosotras no podemos decir “nos matan a todas cuando matan a una” pero ellos dicen “insultan a todos cuando acusan de violencia machista a uno”. Y ahí es donde vemos que los hombres, como colectivo, están acostumbrados a nombrar y no a ser nombrados, a generalizar a los otros (razas, nacionalidades) y a las otras, a las mujeres, a las que configuran como las otras. Ellos, en su posición de grupo hegemónico, se han podido permitir ser individuos. ¿Cómo podría el crimen de un individuo ser achacado a todos los hombres, se preguntan. Asumir responsabilidad (obligación de responder) colectiva en una estructura de poder no es asumir culpa personal.
Y por último hay quién niega la violencia machista con el argumento de que también hay mujeres maltratadoras. Pues claro que las hay. Esto viene a ser como decir que no existe la violencia racista porque hay negros malos o que no existe la violencia terrorista porque alguna de las víctimas no era un lirio del valle. Se manifiesta de nuevo la necesidad de leer y estudiar y si no… no opinar. Por respeto. Que el machismo mata. Y el feminismo lo combate. Ojalá no hiciera falta el feminismo. Como dijo Maisie Williams” ¿Por qué preguntan si se es feminista cuando se debería preguntar si se es sexista o persona normal?”