Todo listo para que «Zorra» sea la canción del verano.
En Eurovisión no lo han entendido. ¡Qué sorpresa! ¿Cómo lo iban a entender? Lo traducen como vixen (hembra del animal zorro, mujer de aspecto sexy y mujer irascible) para que no la prohíban en Eurovisión, pero al blanquear la palabra en la traducción se pierde toda la intención. Primera contradicción: si tan empoderante es resignificar un insulto, ¿por qué no lo traducen por una palabra inglesa igualmente insultante? «Zorra» estaría entre bitch (aspecto arpía) y slut (sexualmente promiscua o más interesada en el sexo de lo socialmente admitido). Y si se evita esa traducción, porque resultaría tan insultante que la prohibirían, pues entonces, al blanquearla, ya no hay nada que resignificar. Cosas que pasan cuando el personal se pone a la tarea de resignificar sin conocer, siquiera, la palabra semiótica.
Dicen algunos pretendidos comunicólogos que la canción puede más contra ese insulto que todos los libros del mundo. ¿De verdad cree alguien que combatir el sexismo es así de fácil? Aprecio las buenas intenciones que para mucha gente tiene esa canción, pero me perdonarán esta pequeña manía de lingüista: igual que espero que los puentes los construyan profesionales de la ingeniería, me gusta que si alguien va a intentar resignificar un insulto – el que oyen muchas asesinadas antes de morir, poca broma -, haciéndoselo corear a multitudes enteras a escala internacional, qué menos que lo hagan con un mínimo conocimiento de cómo funciona el lenguaje. Sí, esa semiótica que estudia la relación entre los signos y su significado. Eso del emisor, el mensaje, el receptor, el código, el canal y el ámbito que memorizamos en el cole sin saber para qué servía.
Si analizamos esos elementos ¿Tiene eficacia resignificante la canción?
Resignificación y ámbito: otras palabras “reapropriadas”.
Si se resignifica algo es porque ya tenía un significado codificado, es decir recogido por un código, que aquí sería una lengua. Luego tiene que haber un ámbito de receptores del mensaje que conocen este código.
Argumentan, a favor de la canción, que la comunidad afroamericana se reapropió el insulto “nigger” y la comunidad gay, el insulto «maricón». Pero el ámbito de gente que lo va a entender con su nuevo significado positivo o reapropiado es un ámbito necesariamente pequeño, un asunto interno en el seno de la comunidad insultada. En la amplísima comunidad negra, no hay ningún consenso respecto al uso de esa palabra. Gran parte exige la utilización de “N word” por considerarla demasiado dolorosa para ser reproducida… aunque sea para condenar el insulto. Viggo Mortensen se tuvo que disculpar por haberla dicho y eso que la usó para denunciar racismo. Yo misma no sabía si sería ofensivo o no escribirla al hablar de ello. Muy exitosamente resignificada no parece.
O «zorra» o «facha»
Entonces, si la comunidad afroamericana tiene tantas dudas y reservas con la palabra, ¿por qué se denuesta a las mujeres críticas con la canción «zorra»? Por coherencia, dos opciones: o dejan de llamarnos «fachas» si no nos gusta la reapropiación o se ponen a llamar «facha» a casi toda la comunidad negra por negarse a ser felizmente insultada. Y a ver si por llamar «facha» a cualquiera que se haga preguntas o quiera ejercer cautela ante el uso de insultos opresores vamos a acabar resignificando la palabra «facha» en lugar de la que queríamos reapropiar. La incoherencia siempre rebota. Y por favor que no nos «expliquen» más «que no hemos entendido» el mensaje. Primero porque soy doctora en lingüística y segundo porque para entender lo siguiente no hace falta serlo.
No se puede resignificar «masivamente» un insulto
Volviendo al ámbito: si el éxito de reapropiar un insulto, y en particular un insulto opresor, es debatible, parece lógico pensar que cuanto más masivo, internacional y descontrolado sea el ámbito de posibles receptores de la palabra:
– más improbable será que quién la oiga y la repita lo haga con su nuevo significado positivo
– más probable será que lo hagan con el insultante de siempre.
¿Pero entonces no cambia nada? Sí, pero a peor: que como ahora se dice que las chicas nos lo hemos reapropiado, podrán decir eso de siempre de que «en el fondo nos gusta que nos llamen zorras» con más impunidad, porque lo legitima el rollo ¿transgresor? de Eurovisión.
Lo que se amplifica en un ámbito excesivo e incontrolado es un renovado permiso a reproducir el insulto, no el «nuevo» significado «positivizado».
La resignificación de insultos opresores puede tener su momento y utilidad como potenciador de autoestima en un ámbito restringido, pero en el contexto de una canción que representa a un país ante millones de oyentes, no. Y desde luego, considerando facha a cualquiera que no lo vea claro, menos.
Las consecuencias
Como la difusión masiva no permite controlar como entienden la palabra los potenciales receptores, aquí va un ejemplo de consecuencia indeseada: cuando en el instituto de Caperucita apareció en la pizarra «Fulanito maricón», jefatura de estudios lo trató, como debe ser, como una infracción gravísima. Si lo que apareciera ahora fuera «Fulanita zorra» y los infractores dijeran «pero si es una palabra empoderante, las propias chicas lo cantan»: ¿le habrá hecho la canción algún favor a las chicas que siguen aguantando que las llamen «zorras» por los mismos motivos que siempre? ¿Se considerará infracción grave por insulto sexista o les dirán que cómo no sabemos en qué sentido lo han escrito «mejor no les haces caso y ya está»? O igual hasta la llaman a ella facha por no verle la gracia.
Hasta aquí el ámbito. Ya analizaremos el emisor, el mensaje y el código pero baste lo anterior para dar las gracias a la responsable de igualdad de RTVE que dimitió en protesta. Montserrat Boix, muchas gracias.
Nota para quién no conozca la expresión: estar «hecho unos zorros» es estar fatal.